LA DUDA ES SALUD MENTAL: LEA A CHEJOV.

Posted by javier on Mon, 10/20/2008 - 18:13 in

El 2 de Julio de 1904 muere Antón Chejov, el gran escritor ruso que revolucionó el cuento y el teatro. Chejov abrió los nuevos caminos literarios por los que han circulado y circyulan las obras de firmas tan respetadas como Katherin Mansfield, Carson McCullers, William Carlos Williams, Ernest Hemingway, John Cheever, Carver, Richard Ford, Tobias Wolf, y tantos otros. Su obra ha sido editada en España muchas veces mezclando épocas distintas, adelantándonos explicaciones ambiguas o con asuntos de importancia relativa, y pocas veces con aspectos relevantes. Recuerdo con nostalgia aquella edición de Aguilar prologada por Juan Eduardo Zúñiga, gran conocedor de la literatura rusa y nuestro mejor cuentista.Con el fin de que Vds. puedan elegir entre algunas de las ediciones que hoy se encuentran, les expongo unas líneas de dos cuentos de Chejov, “Vanka” y “La dama del perrito”.“Vanka”: “Era un viejecillo enjuto y vivo, siempre risueño y con ojos de bebedor. Tenía sesenta y cinco años. Durante el día dormía en la cocina o bromeaba con los cocineros, y por la noche se paseaba, envuelto en una amplia pelliza, en torno de la finca, y golpeaba de vez en cuando con un bastoncillo una pequeña plancha cuadrada, para dar fe de que no dormía y atemorizar a los ladrones. Acompañábanle dos perros: Canelo y Serpiente. Este último se merecía su nombre: era largo de cuerpo y muy astuto, y siempre parecía ocultar malas intenciones; aunque miraba a todo el mundo con ojos acariciadores, no le inspiraba a nadie confianza. Se adivinaba, bajo aquella máscara de cariño, una perfidia jesuítica.” Colección Austral. Espasa Calpe. “Era un viejo de unos sesenta y cinco años, pequeño y enjuto, pero extraordinariamente ágil y vivaz, con cara siempre sonriente y ojos de borracho. De día dormía en la cocina del servicio o bromeaba con las cocineras , y de noche, envuelto en una pelliza ancha, recorría la hacienda y daba golpes con su chuzo. Tras él, con la cabeza gacha, iban la vieja perra Kashtanka y el joven perro Viún, al que llamaron así por su color negro y su cuerpo alargado, como el de una comadreja. Ese Viún era muy cariñoso e infundía mucho respeto, miraba con igual ternura a propios y extraños, pero no inspiraba confianza. Bajo su aspecto respetable y pacífico se escondía la malicia más jesuítica.” Editorial Cátedra.“Era un viejo de sesenta y cinco años, pequeño y enjuto, pero extraordinariamente ágil y vivaracho, con cara siempre sonriente y mirada de borracho. De día dormía en la cocina de servicio o bromeaba con las cocineras y de noche, envuelto en una amplia zamarra, recorría la propiedad y daba golpes con su chuzo. Tras él, con la cabeza gacha, iban la vieja perra Kashtanka y el perro Anguila, que debía ese nombre a su color negro y a su cuerpo largo como el de una comadreja. Ese Anguila era sumamente respetuoso y zalamero, y miraba con idéntica ternura tanto a propios como a extraños, aunque no inspiraba demasiada confianza. Bajo su actitud respetuosa y su humildad se escondía la mayor de las perfidias.” Editorial Alba. Por último veamos unas líneas de “La dama del perrito”: “se acordaba de otras, como su mujer por ejemplo, que amaban insinceramente, con mucha palabrería, con afectación, con histeria, con una expresión que no parecía ser de amor ni de pasión, sino de algo más importante todavía” Editorial Alianza. “había otras –como por ejemplo su mujer- que amaban sin sinceridad, con un exceso de palabras, gestos afectados, ademanes histéricos y unos visajes que parecían dar a entender que lo suyo no era amor o pasión, sino algo más importante” Alba Editorial. “Pero también recordaba otras –como, por ejemplo, su esposa- que amaban sin sinceridad o con demasiadas palabras, afectadamente, de manera histérica, con una expresión que más que amor o pasión parecía reflejar algo más solemne.”Si algo caracteriza la obra de Chejov, es el planteamiento que se hace de la duda, como una búsqueda de la que se teme y de la que se espera, y lo lleva a cabo desde su gran poder de concentración del lenguaje, decir lo máximo con las menos palabras posibles, junto a esto vemos la selección y colocación del detalle que carga de sentido la frase, el párrafo, y el texto en su conjunto. La ruptura que Chejov lleva a cabo con la tradición nos instala en otra forma de mirar, ofrece sus textos sin el principio ni el fin, evita la dramatización, los puntos álgidos, el clímax, para favorecer la observación del caso lo más objetivamente posible, y abandona la narración en el momento en que se intuye un problema mayor, inevitable, un cambio que se avecina y va a poner todo en cuestión. Escribía a su hermano Alejandro: “... las descripciones de la naturaleza han de ser muy breves. Hay que fijarse en los pequeños detalles y agruparlos de tal modo, que una vez cerrado el libro, se forme un cuadro ante nuestros ojos.” Para Chejov lo importante no era plantear un problema y resolverlo, sino únicamente plantear un problema. Según él cuanto mejor consiguiese plantearlo mejor se entendería, de ahí que sus cuentos están elaborados con una claridad meridiana, por un realismo objetivo que, a causa de la disposición de los detalles y la elección de la forma, se convierten en obras de lo que podríamos llamar realismo simbólico. Sostenía que no había que ceñirse a ningún estilo y eso le llevó a emplear recursos novedosos como el silencio y la inacción; pero entendamos esto en los términos que a él le interesaban: por un lado los diálogos interrumpidos y el consiguiente silencio descubren al lector un mundo a interpretar, logrando así que participe, añadiendo, imaginando lo que falta por decir. Por otro lado la inacción, que solo es exterior, pues la acción transcurre en el interior de los personajes, de modo que allí dentro se suceden, y vemos, las transformaciones, que además apuntan a una experiencia que se les viene encima, con ello se nos muestra cómo lo superficial oculta lo profundo. En “La dama del perrito” leemos: “En cada ser humano, la verdadera vida se desarrolla, en su parte más interesante, bajo la protección del secreto como bajo la de la noche. Cada existencia individual esta basada en el secreto...”. No debemos olvidar su postura ante el trabajo del escritor, decía que éste “consiste en representar los personajes, las circunstancias y la forma en que estos hablan de Dios, o del pesimismo. El artista no debe ser juez de sus personajes ni de lo que ellos dicen, sino solo un testigo imparcial ... los lectores, deberán juzgar. Mi deber... es distinguir lo importante de lo que no lo es, regular la claridad de mis héroes y saber hablar su propio lenguaje.” Se empleaba a fondo en el análisis y en la síntesis de lo que quería contar, de igual manera que se empleaba en el conocimiento científico siempre alimentado por el deseo de progreso; tenía sus raíces en una familia de esclavos, por eso decía que cómo no iba a tener esperanzas en un futuro mejor, si él sabía bien cómo vivió cuando le azotaban y la diferencia que había con la vida que llevaba cuando dejaron de azotarle. Su literatura, que nace y se sostiene en esa concepción de la vida, persigue la verdad del Hombre con el fin de que se descubra a sí mismo, sepa cómo es, nos veamos tal cual somos. En su casa había instaurado la necesidad de la verdad y la necesidad de ser justo; buscaba una vida intelectual y moral elevada. Él, que se hace médico, atiende gratuitamente a todo el que se acerca a su casa y no tiene medios, hace escuelas y algún hospital con su propio dinero. Del estudio de las ciencias le interesan entre otras cosas la observación de lo concreto, eso con lo que va a emprender su trabajo literario. Si desea conocer su vida, puede acudir a la lectura de una biografía escrita por Irene Nemirovsky: “La vida de Chejov”, en Editorial Noguer, también encontrará una referencia muy interesante escrita por Gorki como entrada a “El pabellón número 6”, en Editorial Alianza, y puede extraer muchos datos autobiográficos del conjunto de su obra, en la que a través de algunos personajes expone aspectos muy interesantes de su teoría literaria. Chejov, que buscaba con la construcción de sus frases llegar directamente al cerebro del lector para que “viese” lo que estaba diciendo, entre otras cosas quería hacer pensar, dudar, él sostenía que la inteligencia de una persona se puede medir por las dudas e incertidumbres que es capaz de soportar. ¿Lo va a leer? ¿No lo va a leer?: no lo dude, hágame caso, lealo.     Ramón Pedregal Casanova.