NO A LA TRADICION FRANQUISTA (2)

Posted by javier on Mon, 10/20/2008 - 14:25 in

Título: Un año con Queipo de Llano.Autor: Antonio Bahamonde.Editorial: Espuela de plata.Por la cantidad de información a la que ha tenido acceso Antonio Bahamonde y por su conocimiento directo de lo acontecido, viniendo además como viene de la cúpula fascista, su aportación resulta sobrecogedora: las matanzas por barrios, el terror que implantaban desde lo más alto, los fusilamientos de los militares y policías que se negaron a secundar el golpe, hasta las rifas y loterías de obligada compra para sacar dinero, la entrega de aportaciones personales o por ayuntamientos para la causa fascista bajo la amenaza de muerte o expropiación, todo lo expone con claridad meridiana. Él, que es católico practicante, dedica un capítulo a la labor del clero; comienza diciendo: “El clero en España raras veces ha estado al lado del pueblo… Siguiendo esa trayectoria,…, desde el principio del movimiento, se puso al lado de los “nacionales”. Una de las primeras visitas que recibió Queipo fue la del cardenal Ilundain.”A la multitud de los próximos fusilados les discurseaba una catequista con el exhorto de que confesasen “los crímenes cometidos (el noventa por ciento –estas son palabras de Bahamonde- no sabían ni por qué se les había detenido)”. “Uno de los motivos para ser detenido era salir a la calle sin medallas, detentes, escapularios y crucifijos, que llevaban militares, falangistas, requetés. Espantado vi cómo los moros llevaban todos su detente bala, su Cristo, su medalla de la Virgen, su escapulario. Aquello no tenía explicación. Los verdaderos católicos veíamos angustiados tanta farsa.”Antonio Bahamonde reproduce los sermones de las autoridades eclesiásticas de los que se puede extraer conclusiones claras, algunas de sus frases pueden dar idea de las características de los colaboradores y defensores de los golpistas. Resumen de un sermón en Rota: “¿Qué os creíais, que siempre iba a ser lo mismo?... Ahora todos sois muy religiosos, todos sois muy humildes. Los más culpables e impíos, ya han dado cuenta a Dios. Pero aún quedan algunos que pretenden engañarnos. A todos los descubriremos; todos llevarán su merecido; no se escapará nadie; entendedlo bien, ¡NADIE!... El domingo, todos a misa; que no tenga que volverlo a repetir. El que no venga sufrirá las consecuencias,…”El que se resistía “sufría las consecuencias”, como el sacerdote de Carmona que ante los asesinatos llamó criminales a los de Falange, “Días después de esta escena, que me refirió el propio jefe de Falange, el sacerdote apareció muerto en la carretera”. Como el fruto de su experiencia concluye: “A los informes facilitados por los sacerdotes se deben muchos fusilamientos. Sobrecoge el ánimo pensar qué pasará el día en que, triunfante el poder legal, demuestre al mundo, con pruebas irrefutables, los cientos de miles de víctimas INOCENTES -¡INOCENTES, señores prelados!- que ha causado la rebelión. Los autores de estos asesinatos eran bendecidos y alentados por el clero nacionalista. ¿Cómo los justificarán?”Antonio Bahamonde dedica otro capítulo a las incautaciones y requisas que mataron a los trabajadores de hambre, o los empobreció hasta el último de los extremos. Así es como los bienes cambiaron de manos y unos pocos acumularon una ingente cantidad de bienes y dinero robado. Se adentra en el carácter de la represión, en su intencionalidad y llega a declarar que “El móvil es uno sólo: el terror. El terror como única arma para lograr el triunfo” ¿Bastaría para resumirlos las amenazas de Queipo por la radio prometiendo arrasar pueblos enteros? Bahamonde recoge las palabras del dirigente fascista: “Habría que poner un cartel con la inscripción: “Aquí existió Mérida” o el pueblo que fuere”. “No voy a dejar con vida un solo habitante.”Expone tres periodos en la represión, sus características, los medios empleados, los nombres y apellidos de los responsables por capitales y provincias (que aún dan nombre a calles y plazas), la frecuencia temporal de los fusilamientos, las cantidades de fusilados en cada vez, en lo que comprende la Segunda División, Andalucía, y habla del año que ocupó su cargo junto a Queipo de Llano, declara que “los fusilados pasan de CIENTO CINCUENTA MIL. Sólo en Sevilla capital, la cifra sobrepasa VEINTE MIL. Éste número no lo hago sobre cálculos hipotéticos, sino basándome en mis conversaciones con los autores directos de la represión y en los datos por mí obtenidos en los Ayuntamientos y centros oficiales”. Concluye diciendo que el gobierno tiene la responsabilidad de defender la vida de los españoles, como objeto de resistencia al fascismo aun en el caso de no tener otra razón, “y el pueblo debe resistir, resistir hasta el último momento, antes de caer en poder de Franco, es decir, de LA MUERTE”.¿Se puede decir más claro? Expone casos de Zafra, Badajoz, Almendralejo, Granja de Torre-Hermosa, Penacho, Llerena, Azuaya, San Vicente de Alcántara,…, “fusilamientos en la plaza, a medio día, a los acordes de la Marcha Real y el himno de Falange”.Antonio Bahamonde termina con dos ideas claras, quizás por calidad humana, calidad humana que aun hoy algunos no han alcanzado, dos ideas claras: La primera: “Franco y su cuadrilla serán maldecidos por los españoles de todos los colores y de todas las clases, cuando vean que de un país libre han hecho un país subyugado”. La segunda, que se desprende de su creencia católica: “El perjuicio irreparable, el gran mal lo ha hecho el Santo Padre a los católicos que viven en la España invadida. Estos que VEN y SABEN de manera exacta las atrocidades y crímenes que todos los días se cometen, habrán contemplado con escalofríos que el Santo Padre augura la protección divina y bendice a los autores de tanta atrocidad. ¿Qué pensarán los miles de familias de católicos que han sido asesinados por los nacionales al ver que el Papa bendice a sus autores? Sus conciencias contemplarán estupefactas la santificación del crimen”.No se puede decir más claro.Antonio Bahamonde detalla lo ocurrido a las mujeres, a los niños, a los jornaleros, campesinos, trabajadores, a los comerciantes e industriales, al conjunto social. El valor para escapar y contar lo que conoció, con el deseo de buscar justicia y humanidad, le engrandecen, le hacen respetable. Un católico de pensamiento libre que enjuiciaba lo que sucedía a su alrededor sin admitir imposiciones ni obediencias debidas, sabiéndose desligar de sus intereses de clase, era un comerciante de clase alta, se posicionó y nos hizo entrega de éste testimonio que debería ser leído, como otros textos, por todos nosotros.Hay que decir NO a los gobernantes que, siguiendo la tradición franquista, se proponen, haciendo dejación de sus promesas, corrompiendo la justicia, la ética y la moral social, hacernos creer que lo hecho por el fascismo no se puede tocar, convencernos así para defenestrar nuestros referentes de honestidad y justicia, para enterrar de nuevo la Memoria Histórica.Ramón Pedregal Casanova.