ALGUNAS ENSEÑANZAS DE LA HISTORIA. II

Posted by javier on Mar, 10/21/2008 - 12:20 in

Título: La guerra que vino de África.Autor: Gustau Nerín.Editorial: Crítica.Una cuestión que el autor plantea en éste “La guerra que vino de África”, con datos irreprochables o incontestables, es que para los africanistas la solución de los conflictos, planteados a la sociedad por sus ambiciones de carrera, siempre pasaba por la guerra: los negociadores eran traidores. ¿Por qué si se pretendía parar las matanzas de marroquíes y de españoles?. Por que si se negociaba con la otra parte y se llegaba a un acuerdo se les acababa el enriquecimiento vertiginoso y los ascensos fuera de control. Y así boicoteaban, amenazaban o no transmitían los mensajes que pasaban por sus manos a la otra parte. Un dato concreto: “Entre 1909 y 1914 no se logró ninguna victoria decisiva frente a los marroquíes, pero el alto mando concedió 132.925 condecoraciones y 1.587 ascensos por méritos”. Como sentían estar por encima de cualquier gobierno que les llamase la atención, su única respuesta era la venganza. El espíritu ególatra con el que se retroalimentaban les llevaba a compararse con Jaime I y el Cid (¿qué personaje de la política de altos vuelos, de hoy, decía eso de sí mismo no hace mucho?, les damos una ayuda: tiene bigote), a la guerra que emprendieron tras el golpe de Estado del 36 la llamaban “Cruzada de Salvación”, y ellos se autotitulaban “invictos Jefes” y “Caudillo de España por la Gracia de Dios”. En fin, las barbaridades verbales indicaban la clase de individuos que emprendieron la guerra pasando de África a la Península, con el apoyo de las aviaciones alemana e italiana, Hitler y Mussolini.Gustau Nerin también señala que Azaña trató de contener a los militares haciéndoles concesiones unas veces y negociando otras, mientras, a las organizaciones de izquierda les ponía límites, o cómo para frenar algunas de sus acciones dentro del ejército las perseguía, entregando a los detenidos a los militares africanistas que, siendo tan sumamente reaccionarios como eran, creían que sus tropas podían rebelárseles de un momento a otro. “También el gobierno se obsesionó con esta cuestión con esta cuestión, y toleró que la Alta Comisaría y los africanistas derechistas persiguieran a los soldados de izquierdas. Paradójicamente, incluso el Frente Popular dio más importancia a una posible insurrección comunista que a la inminente revuelta derechista. El 16 de Julio de 1936, el día antes del inicio de la insurrección militar, el capitán de la mejaznía de Alhucemas todavía recibió un telegrama en el que se le advertía de una posible insurrección izquierdista en la que estarían involucrados los intérpretes. El mismo día, el alto comisario Álvarez Buylla tomó medidas para reprimir una supuesta conspiración anarquista. Poco después era asesinado por los rebeldes reaccionarios.” Parece que un elemento que movilizó a los militares rebeldes fue el que no estaban dispuestos a admitir responsabilidades, que se les empezaban a exigir en la calle y en el escenario político, por las atrocidades cometidas en la colonia.Por no respetar la vida de los demás ni tan siquiera respetaban la de sus posibles aliados, tenían que ser ellos solos y nadie más que ellos, un ejemplo: “El alcalde de Sevilla, que sería fusilado por los insurrectos, no ofreció armamento a los sindicatos porque dijo preferir “una dictadura de bota de montar a una dictadura de alpargata.”Al final de la guerra, se señala en el libro “La guerra que vino de África”, el número de presos ascendía a 270.000, 3 años más tarde quedaban 124.000, los fusilados por el franquismo alcanzan la cifra de 50.000 (cifra que da el autor, pero que se encuentra entre las más bajas de las que se pueden consultar). La persecución a los republicanos se extendió hasta 1966, año en que se disolvió la Comisión Liquidadora de Responsabilidades Políticas, y, aun así, no se concedió el indulto total a los republicanos. En “La guerra que vino de África” se continua señalando cómo en Italia, dos años después de la II Guerra Mundial, sólo 2000 personas seguían en la cárcel por causas políticas, y en Francia no más de 1500 fascistas fueron ejecutados, y en 1960 sólo 9 personas continuaban en prisión. Por contraste podemos ver el nivel que alcanzó y durante cuanto tiempo se mantuvo aquí la represión.La crueldad de los fascistas en España encontró pocos límites. El libro pone ante los ojos del lector datos incontestables extraídos de la documentación pertinente.Creo que es justo señalar que siendo la lectura de éste libro muy interesante, un libro muy recomendable, encontramos pasajes donde se vuelve sobre aspectos que ya se han explicado, pero sobre todo no creo adecuado poner a la misma altura mercenarios marroquíes, tropas nazis alemanas y fascistas italianas, poner al mismo nivel digo, con los internacionalistas que vinieron a ayudar a la República, gobierno legítimo. En conjunto es una lectura magnífica para conocer la Historia desde el lado que no se cuenta, todo un conjunto de actores manipulando la máquina del poder para explotar a los trabajadores, aprovecharse de sus vidas hasta llevarlos a la muerte con la música de la patria, el honor, Dios, y otras zarandajas, y si no se dejan, si no lo consiguen entonces pasar a la siguiente fase, hacerle la guerra. Un libro que descubre un buen número de asuntos que nos enseñan quienes eran los que hicieron de España un matadero. Ramón Pedregal Casanova