DOS INFLUENCIAS I

Posted by javier on Mar, 10/21/2008 - 17:42 in

Título: Flores de plomo.
Autor: Juan Eduardo Zúñiga.
Editorial: Alfaguara. De bolsillo.

Larra, 1809-1837, conoció la incultura, la ignorancia, el embrutecimiento en el que estaba inmerso el pueblo español. Vivió en los años de la transición de una sociedad feudal a una sociedad burguesa. Era el último trayecto en España de la Inquisición o Santo Oficio, órgano monárquico eclesial que realizó una de las mayores represiones del mundo. Fundada en 1478 por los Reyes Católicos y el Papa Sixto IV, entre los “autos de fe”, actos públicos en los que se ejecutaban las sentencias más espantosas, estaba la quema de libros. En el año 1500, por medio de la influencia de Cisneros, llevan a cabo un “auto de fe” de libros y hacen una hoguera con más de 1 millón de volúmenes de carácter científico y humanístico. En 1502 los Reyes Católicos prohíben importar y publicar libros en latín o en lengua vulgar sin previa autorización, se corta la relación cultural con el mundo. Expurgan bibliotecas públicas y privadas y siguen las piras ardientes de personas y de libros. A Nebrija le confiscan sus documentos por comparar la Vulgata con los textos antiguos en griego y latín y comprobar que el Nuevo Testamento en esos idiomas tiene muchas diferencias con la traducción que se maneja en el Reino. El secretario de Carlos V, Alfonso Valdés, vio prohibido su “Diálogo de Mercurio y Carón” en 1531, reeditado en 1850 (la Inquisición queda abolida en 1834) se califica “monumento de la prosa castellana y documento histórico de inestimable valor”. En 1536 se expurga “La Celestina” por primera vez. En 1549 aparece la primera lista de libros prohibidos. En 1551 sale un catálogo de libros condenados. En 1554 Santa Teresa ve prohibida su obra, solo la pueden leer los teólogos. Felipe II a los 20 días de haberse casado, en 1560, ofrece a su esposa de 16 años varios espectáculos y entre ellos un “auto de fe”, en el que se queman vivas a varias personas. Entre los libros prohibidos según el catálogo del 17 de agosto de 1559 se encuentra “El Lazarillo de Tormes”, y aparecerá censurado y corregido cristianamente con el título de “Lazarillo castigado”. Solo en 1831 se publicará en su versión original y con su título, 272 años de persecución. En 1562 dictan pena de muerte a los importadores, libreros e impresores que traigan, vendan o impriman libros prohibidos. El estudio de las ciencias es considerado asunto de brujería y superstición diabólica. España se queda atrás en el desarrollo como nación. Torres Villarroel escribe sobre lo que ocurría en la Universidad de Salamanca en 1743 como primer catedrático en esa Universidad desde primeros del siglo XVII: “Todas las cátedras de la universidad estaban vacantes, y se padecía en ellas una infame ignorancia. Una figura geométrica se miraba en ese tiempo como las brujerías y las tentaciones de San Antón, y en cada círculo se les antojaba una caldera donde hervían a borbollones los pactos y los comercios con el demonio.” De dónde provendría la ignorancia de la población en tiempos de Larra. Quién tenía la responsabilidad de ello. Desde el principio la Inquisición ofrece un pago por la denuncia, fomenta un mundo en contra de la cultura, el terror es su arma para mantener el atraso. El marqués de Villars escribe que para llevar a cabo esa labor cuentan con 20.000 de los llamados “familiares del Santo Oficio”, cristianos viejos, gente probada, en ese grupo tan selecto se encontraban personajes como por ejemplo Lope de Vega. El régimen que pierde fuerza cuando nace Larra es ese del absolutismo católico, el mundo del Humanismo y el conocimiento científico despunta. Recuérdese aquello de Quevedo, otro represaliado, en su “Epístola satírica y censoria”: “No he de callar, por más que con el dedo,/ ya tocando la boca o ya la frente,/ silencio avises o amenaces miedo./ ¿No ha de haber un espíritu valiente?/ ¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?/ ¿Nunca se ha de decir lo que se siente?” Tras la invasión francesa en 1808 se asiste a la plena decadencia de la Inquisición. Se suprime y vuelve en varias ocasiones. Desaparece finalmente en 1834, tras la muerte de Fernando VII. Aquí termina la primera influencia.

Ramón Pedregal Casanova.